El
otro lado del espejo
Sola, sufriendo en mi habitación,
martirio de penas pasadas,
de amores lejanos,
lejanos sin sabores,
de relaciones perdidas,
de pasiones negadas,
de silencios pesados,
de reconciliaciones no encontradas.
Busco y no encuentro nada,
nada hay a mi alrededor.
Solo polvo,
solo dolor,
solo oscuridad,
solo confusión.
Sigo buscando y no encuentro.
Choco con las paredes,
con los muebles viejos.
Volteo y aparece mi reflejo.
Ahí está, el espejo...
Ahí estoy yo.
Soy yo, esa soy yo.
Me acerco y miro.
Solo veo mi exterior.
Quiero ver más.
Entonces lo toco,
y el cristal del espejo vibra,
mis manos son piedras caídas
en el agua tranquila.
Acerco mi otra mano y hace lo mismo.
Acerco mi ser,
y sin saber por qué, entro a él,
penetro al otro lado del espejo.
Y creí que vería mi interior,
pero no hay interior,
hay universo.
Los meteoros corren a grandes
velocidades,
me atraviesan,
ahora soy una entidad etérea,
no un ángel,
una entidad etérea.
No tengo miedo.
Veo estrellas,
soles, planetas habitados y galaxias.
Una luz me llama, vuelo hacia ella.
Parece lejana, y a pesar de ello
llego a ella con la velocidad del
pensamiento.
Le digo:
–Aquí estoy, Señor.
–Aquí estás, señora– me responde.
–Aquí estoy Amor.
–Aquí estás Amor.
– ¿Si eres quién yo creo?
– ¿Si eres quién tú crees?
–Tú eres Dios.
–Tú eres Yo.
–Entonces por qué en mi cuerpo siento
límites.
–Por qué tu misma te los has impuesto.
–¿Puedo crecer a tu nivel?
–Puedes regresar a mi nivel.
–Estarás siempre conmigo.
–Siempre he estado contigo…
Entonces comprendí…
Sin palabras me despedí,
sonreí y regresé,
atravesé el espejo.
¡Ya no había oscuridad!
¡No había aversión!
¡Estuve con Dios
y vivo conectada con él!
Conocí de cerca al amor,
los secretos que guarda en su interior,
al otro lado del espejo.
Las llaves de mis puertas
A
veces necesito sufrir para escribir,
tener
esas emociones para engendrar
con
palabras lo que mi voz no sabe transmitir.
A
veces tengo que disfrutar,
lo
que los demás rehúyen porque piensan que está mal,
algo
tan sencillo como caminar bajo la lluvia,
solo
por el deleite de sentirla
y
no por tener que llegar necesariamente a un lugar.
A
veces tengo que perderme,
en
la contemplación absurda e incomprendida,
de
cosas que para los demás no
tienen importancia,
como
el mirar el vacio,
donde
no hay nada y lo hay todo,
donde
tú habitas como un ser silencioso.
A
veces me hundo en las líneas de algún libro,
en
los espacios ausentes de tinta entre línea y línea,
y
ahí veo la grandeza de lo no escrito,
de
lo no mencionado y con ello escribo y escribo,
y
descubro que en lo que redacto,
también
oculto sin querer el espíritu de lo no dicho.
A
veces miro una fotografía,
y
en ella me transporto a ese espacio captado por los ojos del artista,
a
su visión única de ver pedazos de la vida,
de
abstraer en un encuadre lo que es tan escaso y abundante.
A
veces no necesito sufrir,
ni
caminar bajo la lluvia.
A
veces no necesito contemplar
al vacio donde estás tú,
ni
hundirme en las líneas de un escrito.
A
veces no necesito mirar una fotografía,
porque
si siento mi corazón,
siento
la alegría de estar en contacto contigo y conmigo,
estamos
unidos, soy feliz, soy parte de ti.
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