Hay ruido en el silencio que te sepulta.
cierras los ojos ante los cuervos
hasta pareces dormida madre callada.
Qué ultraje más grande a lo mejos que has creado,
esa inocencia pichon elevada en avioncitos de unicel
girando entre trompos y rehiletes.
Tu risa carnavalesca danza entre óleos de sienes.
alegría hiena cuando te mira el sol
y le devuelves un eclipse sonámbulo que asusta.
Mimetizas tu llanto en cargajada espumosa
te oscurece el asfalto mientras robusteces bolsillos.
Qué niña tan tierna suspirando huapangos. Mi bella mestiza.
me sumerjo en holanes de tu falda plateada,
soy cresta que te adorna cuando emergo y en tu suelo arenoso
me libero.
Cuanta nostalgia de esos tiempos tan libres de miedo,
ufanos zapateábamos tus calles empedradas
y el ingenio empezaba desde el primer saludo.
Juegos
infantiles
Un
nudo en la garganta plomó mis voces y mi cabeza hospedó a todas.
Mi
padre era el ave,
el
ausente eterno al que mis manos le dibujaron alas.
Mi
madre era el pan,
el
que todos terminamos comiendo.
Se
iba la hora en el conteo de piedras guardadas dentro de un bote.
Desnudaba
a la pobre casia, sus hojas eran los billetes
y
había que pagar las frutillas del almuerzo.
Ahora
miro las caras infantiles emocionadas ante el desastre.
Buscan
los juguetes que arrastra el río desbordado y que el mar arroja a la playa,
mientras
en la península, los hombres maldicen al cielo que ahogó a los papayos.
Y
jugué a ser niña, mimosa y crédula,
hasta
sorprendida miraba sus manos,
como
descubriendo todo,
sobrellevando
la vida,
jugando,
jugando...
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